Aunque parezca un verdadero mito, existen días en los que tus ideas y pensamientos de recomponerte por completo te invaden como si un conjunto de moscas invadiesen tu cabeza sin dejarte mirar hacia otro lado. Sí, hablo de esos días en los que no estás del todo bien y te sientes más que inquieto al estar pensando en tu existencia, tus propósitos, tus metas, tu alrededor, tus círculos de confianza y tus amistades buscando múltiples soluciones para varios asuntos abiertos.
Aproximadamente a las 10 de la mañana, el día de hoy comenzaba algo incompleto para mi: Día nublado y realmente visible a través de la ventana junto a la cama, habitación algo desordenada tras una noche de dormir escasamente poco y teléfono móvil sin apenas batería casi en mi cara tras quedarme dormido. Todo ello, tras vivir una de esas noches en las que te invaden los recuerdos, las vivencias, las personas que vienen y van, los momentos buenos y malos y hasta los más pequeños detalles. No me sentía tranquilo pero, a pesar de ello, no me sentía totalmente desanimado sino que buscaba la sensación muchas veces abstracta de necesitar de alguien que me dijese: "Sigue adelante".
Tras otro día dejando de lado el ir a Toledo en búsqueda de cuestiones académicas que, por cierto llevo bastante bien, tras ir dejando de lado mi cama con algo de pereza, tras ducharme y tras desayunar, a las 11:25 me disponía ir a la Universidad Autónoma de Madrid con el propósito de ir a la Biblioteca de Humanidades a avanzar un poco el mi Trabajo de Fin de Máster. A las 12 en punto clavadas, entraba por la puerta de la biblioteca dispuesto a sentarme en alguna mesa libre de su sala de la planta de arriba, sin embargo, no podía mentirme a mi mismo al no estar meramente concentrado en lo académico diciéndome a mi mismo: "¿A quién pretendo engañar?". No llegué a sentarme y, directamente, me fui andando a paso ligero a mi facultad, la de Filosofía y Letras entrando por su puerta principal. Tras pasar todos los módulos, desde el I hasta el X, decidí concentrarme algo en una mesa en el pasillo de la planta baja justo a la puerta trasera de la salida de la facultad. Eran aproximadamente las 12:30 cuando creía estar concentrado, mintiéndome una vez más a mí mismo, cuando realmente lo que mi cabeza hacia era esperar la salida de dos personas que, a pesar de no reconocerlo en muchas ocasiones, son dos buenos recuerdos que siempre me voy a llevar de la universidad. Dos personas que, desde que les di una nota escrita a mano de mi puño y letra a mediados de enero, apenas sabía nada de ellas salvo miradas de afecto distantes por los pasillos. Tras 50 minutos esperando, las 13:20 marcaban en el reloj y yo estaba seguro de que sus clases de hoy terminaban a las 13:00 horas, así me lo pudieron corroborar algunas compañeras de clase suyas que estaban comiendo ya en la cafetería grande.
Con la miel en los labios, esa era una de las sensaciones tras no cumplir el objetivo de verse a modo encontronazo-sorpresa. Aunque pensándolo mejor, la mayor sensación que descendía sobre mi era la de tener ante mi una situación similar a la de ambos lados de una moneda a modo de pensar hacia mi mismo: "Marcos, sí el querer ver a esas dos personas para decirlas algo y darles un fuerte abrazo fuese provocado por lanzar una moneda al aire. ¿Qué te gustaría que saliese? ¿La cara o la cruz?". La cara siempre era la respuesta más buscada y correcta al pensarlo. No quedándome conforme, tras salir de la cafetería grande, me volví a recorrer la facultad de punta a punta y hasta me pasé por la Cartoteca para volver a verificar que allí tampoco estaban, que la única visita que realizaron en la misma fue la de ayer por la mañana.
Al ver que finalmente no se ocasionó el encontronazo-sorpresa, me fui a comer a casa para llegar al trabajo lo más rápido posible. Nada más llegar al trabajo, me encontré con esa sensación propia y personal de tanto ser paciente con alguien que me necesita y, sobre todo, yo a esa persona al mandarme un audio al WhatsApp de 9:04 minutos en los que, desde el segundo 1, ha pedido apoyo, ayuda y cercanía máxima dados los últimos acontecimientos como también, por otro lado, de volver a saber de dos personas de las que, pese a todo, quiero saber en casi todo momento.
Tras hablar las cosas y apaciguar los ánimos con opiniones como: "La actitud que has mostrado por el encontronazo-sorpresa esta mañana dice mucho de que todavía, pese a todo, te importo", "Marcos, no me hago mucho a la idea de que no mantengamos nuestra amistad por simples tonterías" y "Marcos, llego a las 20:50-20:55 a Avenida de América, allí nos vemos en los tornos del intercambiador", a las 18:00 horas aproximadamente estaba todo solventado y desde el trabajo veía en directo como nubes negras se convertían en días que acaban lloviendo y finalizan bastante bien. Sinceramente, en el próximo encontronazo-sorpresa que nos debemos, se verán abrazos. Sin lugar a dudas, el primero lo daré en apenas una hora en Avenida de América. En definitiva, el espíritu de lucha y de negociación sigue siendo eficaz por mi parte, todo ello, a pesar de que todo quizás no sea igual que antes.
Dedicado a Rivas, "Mozito" y, sobre todo, a esa compañera de viaje Rosa que, pese a todo, no quiero perder de vista en ningún momento.