martes, 6 de junio de 2017

¡26 cumpleaños, bienvenido!

Sí, hace 26 años y algunas horas, a las 14:00 de la tarde del 6 de junio de 1991 para ser más concreto, llegué a este mundo. Algunos meses antes, a mi padre le dieron la noticia de que esperaba un 'benjamín' más con mi llegada y, sin exagerar, son varios los testimonios posteriores que me han provocado saber que se le 'cayó la baba'. A la hora de elegir nombre para mí, mi padre no pudo ganar su pugna por llamarme como él, Patricio porque creo que, sin exagerar tampoco, mi madre se asustó un poco y dio órdenes de llamarme como el apóstol, Marcos.

Del día 6 de junio de 1991, tengo noticias de que el cielo estuvo algo nuboso. Dentro de los grandes episodios de la historia, un 6 de junio de 1944 (conocido como el día D), las tropas americanas entraban a liberar Francia de la ocupación de la Alemania Nazi, teniendo un resultado satisfactorio y que todos conocemos hoy. Según la hemeroteca del ABC (al ser una de las más importantes), los titulares principales de las noticias de ese día fueron: La "operación jaula" colapsó Madrid en beneficio de los terroristas (gran noticia que, a día de hoy, exista la paz que nos merecíamos los españoles desde hace años), Argelia: Nuevo Primer Ministro y toque de queda implantado por el ejército y Gorvachov aprovecha el discurso del Nobel para suplicar al mundo que ayude a la URSS. Centrándome en mi, nací en el Hospital Universitario 12 de octubre de Madrid, aproximadamente pesé 2,8 kilos y la primera persona que se acercó a conocerme, después de mis padres claro está, fue mi abuelo paterno Ricardo del que, curiosamente, fue mi padrino y yo soy el único portador de nuestro primer apellido 'García¡ de seis nietos que le representan.

Viví en Madrid hasta los 6 años, 7 años como mucho, donde fue a la guardería, hice infantil y, casi como algo inolvidable que siempre tendré grabado, conocí a personas maravillosas con las que, a día de hoy, sigo manteniendo el contacto con alguna de ellas. Todo ello, en el barrio humilde de Entrevías, donde nunca faltaba la ayuda de algún vecino para cualquier apuro. Desde los 6-7 años aproximadamente, me fui al pueblo a vivir por decisión familiar de mis padres, y sobre todo, laboral. Velada, ese municipio que me identifica por encima de todas las cosas, tanto que me siguen diciendo hoy mismo en el trabajo: "¿Eres de Toledo o de su provincia verdad? Ese acento tuyo, te delata". Es más, pueblo del que es más que un orgullo ser representante municipal, del que promociono a más no poder y que, incluso, es un espacio y lugar territorial de otro Trabajo Fin de Máster que estoy apunto de finalizar titulado: "Economía y vida rural castellana en la segunda mitad del siglo XVI. Caso concreto de la antigua comarca denominada Tierras de Talavera".

Humildad, esa palabra que no ha dejado de existir tanto en mi familia tanto paterna como materna. Sí, lo expongo alto y claro (incluso en mayúsculas): NO ME ARREPIENTO DE HABER VIVIDO SIEMPRE CON LO JUSTO, llegando mal muchas veces a fin de mes en mi casa, apretándonos el cinturón al máximo y, también, utilizando libros usados tanto para el colegio como para el instituto. ¡ES UN ORGULLO PARA MI ESA MUESTRA DE HUMILDAD, sobre todo, viendo el esfuerzo realizado por personas de mi familia como mis abuelos tanto paternos como maternos, de mis padres e, incluso de mi hermana! ¡Los triunfos saben mejor cuando se consiguen objetivos impensables desde abajo! Mis referentes: Unos abuelos paternos que emigraron a Alemania en los años 60 para buscar un futuro mejor para ellos y sus hijos, por cierto coincidieron en Mainz con gente de Velada, y unos abuelos maternos formados por mi abuelo, gran conocedor del trato y trabajar con cifras en reales, y por mi abuela como una persona venerable que, por un cáncer de pulmón, dejó demasiado rápido (con 32 escasos años) a mi abuelo y sus hijos en común, entre ellos mi madre. A mis padres, les debo todo: Mi existencia, el apostar por mí en mis objetivos marcados de todo tipo, el confiar en casi todas mis decisiones e, incluso, les debo mi futuro porque, aunque no nos damos cuenta, nuestros padres nos ayudan en el día a día pero con visión a futuro, siempre, pase lo que pase. Mis padres siempre han sido personas que no me han facilitado el confiarme, con motivo de seguir siempre adelante, sin prisa pero sin pausa. Sin embargo, últimamente me han reconocido ambos: "Hijo no debería decírtelo, pero es bonito oír que la gente nos dice que podemos estar orgullosos de ti".

No puedo dejar en el olvido a mi novia, Rosa, esa persona de la que me siento más que feliz e ilusionado de haber conocido, compartir experiencias y formar un tándem del que no veo su disolución en un futuro cercano. Por ayudarme, tu afecto, tu cariño, nuestras confidencias, nuestros momentos juntos, nuestros viajes, nuestros objetivos cumplidos y, sobre todo, por todo lo que nos queda por cumplir. También, más que agradecido por quererme, por estar siempre que lo he necesitado y has podido y, sobre todo, por dar tanto por mi en estos años.

Este domingo pasado por la mañana asistí a un monólogo solidario en relación con el cáncer, acompañado por Rosa, del gran Goyo Jiménez que dijo: "Con 22 años las perspectivas ya se ven diferentes, como cierta cuesta hacia arriba en relación con sentirte ya no joven sino camino de la adultez". Al escucharlo sonreí porque, pese a considerarme a mi mismo como alguien humilde y normal, es decir, con mis defectos y virtudes: Siempre lucharé, persistiré y no me daré por vencido en todo aquellos que me guste, me provoque intensidad y merezca la pena.

En los cumpleaños siempre se suele hacer referencia a los regalos materiales. Sin embargo, esta vez, con las ideas cada vez más claras, quiero hacer un homenaje a los regalos inmateriales tanto, por un lado, el vínculo de las amistades creadas, la familia y las personas que se quedan rígidamente en nuestras vidas como, por otro lado, la existencia de los buenos momentos, los triunfos por muy pequeños que sean y las vivencias compartidas en cualquier lugar o con cualquier persona. Porque la vida es eso, es saber que los regalos inmateriales no se tocan siempre debido al paso del tiempo, sin embargo, perduran y se recuerdan siempre al saborearlos mediante las emociones.

En definitivo, algunas personas me denomináis con adjetivos como el filósofo, el geógrafo, incansable, el inquieto, el negociador, el nervioso, el político, el viajero, etc. Simplemente tengo que dar las gracias a todos: Familia, novia, amigos, compañeros, conocidos y personas en general que saben quién soy por, entre todos, ayudarme a ser quién soy con vuestro pequeño grano de arena y formar parte de mi vida. Antes de finalizar, un consejo: Sea lo que sea en referencia al objetivo que se busque, se tengan las condiciones que se tengan, luchen con fuerza y al máximo por sus objetivos. Al fin y al cabo, cada esfuerzo nos lleva más cerca de la meta.

Siguiendo lo que he dicho anteriormente, os quiero hacer muestra a todos de un regalo inmaterial que llevo recibiendo desde hace tiempo y que, sin dudarlo, espero que siga formando parte de mi en próximos años. Recordar: La existencia de los buenos momentos, los triunfos por muy pequeños que sean y las vivencias compartidas en cualquier lugar o con cualquier persona.