Desde hace bastantes semanas quería hablar sobre esos dos
términos, es decir, dos palabras que expresan y provocan más ideas de lo que su
significado nos da a entender.
Inquietud, esa palabra que todos hemos tenido relacionada
alguna vez en nuestra vida, y seguiremos teniendo muchas veces anclada en
nuestra sombra, a veces para bien y a veces para mal. Sin embargo, para mí, el
significado de inquietud tiene más peso que simplemente tener predisposición a
querer cambiar algo, a intentar dar solución a problemas y a querer dar
respuestas medianamente lógicas a situaciones que, a veces, ni nosotros mismos
controlamos. Sin embargo, para mí, tener inquietud e inquietudes es algo más: Es
atreverse a comprometerse a la hora de conseguir algo, es dejarse la piel por
algo en lo que creemos, es luchar incansablemente por algo que deseamos que
siga latiendo o, por el contrario, cambie hacia una mejor situación. Lo más
triste de todo es que, sinceramente, muchas inquietudes se quedan en el simple
intento debido a tener miedo y por no querer ni probarnos a nosotros mismos.
Casi todos los objetivos pueden cumplirse, aunque sí no lo intentas, jamás
trates de conseguirlo, es más, ni lo conseguirás.
Revolución, otra palabra que todos hemos querido aplicar
alguna vez en algún etapa-momento de nuestras vidas, para mejorar una situación
e, incluso, revertirla. Revolución, ese término que como una palabra que es,
siempre me ha gustado pese a ir perdiendo su peso hasta en su propio
entendimiento como palabra. ¿Quién ya no escucha palabras como carambola,
campesino, crisis, masificación, revolución o revuelta en los telediarios?
¿Quién ya sí escucha palabras como suerte, desarrollo agrario, desequilibrio
económico, concentración, cambio o transformación? No hablo de que las palabras
no escuchadas en los telediarios, hayan muerto de su escasa utilización, sino
que aspectos como la moda, muchos medios de comunicación e, incluso, nuestros
propios gobernantes han trabajado para suavizarlas mediante el uso de otras
palabras distintas. Desde mi punto de vista, el cambio de palabras que muestran
realidades por palabras que intentan suavizar y perder valor a dicha realidad,
es uno de los verdaderos cambios del siglo XX al siglo XXI.
Hablar de revolución significa decir y expresar las
emociones, pensamientos y sentimientos tal y como son, y sobre todo, como se
piensan. Por ejemplo, en muchos países sudamericanos se habla vulgarmente de la
palabra campesino. Sí, tal y como entendemos su significado aquí en Europa: Como
de personas que luchan al máximo a trabajar, que se dejan prácticamente la vida
por dar un plato de comer a su familia tras un día de duro trabajo y que, sobre
todo, en sus manos laboriosas se muestra la lucha intensa por un futuro mejor. Sin
embargo, en Europa, la palabra campesino ha perdido su valor existencial,
pasándose a llamar agricultor, desarrollador rural, trabajador del campo, etc. ¿No
me digáis que, con ello, no se aprecia una clara suavización del término
campesino? A grandes rasgos, con ello se muestra la diferencia entre países subdesarrollados,
en vías de desarrollo y desarrollados. Por ejemplo, muchos países
subdesarrollados hoy en día luchan por disponer de agua potable, muchos países en
vías de desarrollo tienen múltiples demandas por mejorar como las redes de
comunicaciones y los países desarrollados tienen como la actividad más
controlada al sector servicios, que ocupa ya el 70-80% del total de las
actividades de un país. Es cierto que vivir en bienestar genera ciertas
ventajas, pero nos desdibuja sin lugar a dudas algunas realidades no
permitiéndonos a veces exteriorizar.
En mi persona, cuando hablo de revolución como palabra que
me gusta, no hago referencia a movimientos bélicos o de guerra o, incluso, de
intereses personales sino de luchar cada uno por ser nosotros mismos, por lo
que anhelamos y, sobre todo, remangarnos hasta conseguirlo con todo nuestro
empeño. En definitiva: ¿Por qué esa definición de revolución dada desde mi
persona? En múltiples ocasiones, he escuchado decir a personas tanto lejanas
como cercanas suposiciones del tipo: Ni lo intentes/en, no lo conseguirás/án,
vas a hacer el ridículo, vas a perder, etc. Es cierto, muchas leyes están
escritas, sin embargo, las suposiciones de valor, a pena de muchos, no. Y todo
ello, cuando nuestra civilización más contemporánea ha vivido algunos sucesos verdaderamente
revolucionarios a modo ejemplo, como la lucha constante de Martin Luther King,
el sueño logrado de Barack Obama, la democratización de nuestro país, el
reconocimiento de derechos laborales, personales, de género e, incluso,
sexuales, etc.
Finalizando, desde mi punto de vista revolución significa
lucha y perseverancia constante porque, a pesar de vernos sin ropa y sin
zapatos metafóricamente hablando, hay que seguir andando hacia un lugar que,
aunque sea utópico, nos lleve a otro punto en mejor posición. Revolución
también consiste en luchar por revertir los problemas, estando incluido luchar
en silencio y llorando el capacitar posibles soluciones.
Podrán decirte que no eres válido, que no lo intentes y que
tires la toalla. Sin embargo, nunca serán en vano las ganas de uno mismo, la
lucha incansable mediante la moderación y la perseverancia.