sábado, 23 de junio de 2018

La existencia de los mejores regalos del mundo.



Hay fenómenos como el ser feliz y no dejar de mostrar sonrisas que, sin lugar a dudas, son posibles. Últimamente, yo lo vengo relacionando con volver a sentir la felicidad de volver a ser niños, es decir, recordar y rememorar situaciones en las que, sin darnos cuenta, el ser felices de verdad y con muy poco, era una verdadera realidad. Y a día de hoy, lo relaciono con volver a recorrer las calles que me han visto crecer, en las que se disfrutaba demasiado durante muchas horas en las noches de verano jugando hasta las tantas y en las que, incluso, he tenido el gran obsequio de conocer a mis mejores amistades. Si, una vez más de muchas, vuelvo a hacer referencia a ese lugar inconfundible y preferido que simboliza no solo un mero orgullo para mí sino la mejor de mis sonrisas cada vez que, simplemente, hago referencia sobre dicho lugar. 

Y es que cuando se es feliz y no se deja de mostrar sonrisas latentes, uno mismo se atreve a descifrar el significado de palabras tan complejas como utopía. Si, utopía, esa palabra que en todos los manuales teóricos tanto lingüísticos como históricos, te reflejan que utopía significa según la Real Academia de la Lengua Española: “Planproyectodoctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización. Desde mi punto de vista, teóricamente, la definición anterior se queda muy corta en cuanto a contundencia, aún más, cuando siempre se ha tomado a la palabra utopía como algo irrealizable. No hace mucho tiempo, escuchaba una definición preciosa vía audio sobre la palabra utopía y, una vez más debo ser sincero, la bonita tonalidad de dicho audio era inmejorable, sin embargo, no estaba muy conforme con su definición debido a su explicación muy cercana a lo teórico. ¿Por qué mi disconformidad sobre ello? Antes de comenzar mi etapa universitaria, tuve el honor y placer de escuchar a Federico Mayor Zaragoza, Ministro de Educación y Ciencia en 1982 y Director General de Unesco entre 1987 y 1999, en una conferencia que expuso lo siguiente: “A la sociedad en su conjunto, la controlan y desgastan imponiéndole la palabra utopía como algo irrealizable desde sitios tan concretos como nuestros gobernantes, los medios de comunicación y, lo peor de todo, la mentalidad de la gente. Lo que la sociedad de nuestros días a veces no sabe o no quiere darse cuenta, es que debe y puede levantarse para luchar por lo que quiera. Cada paso dado, es estar más cerca de conseguir tumbar una utopía”. A día de hoy, el mundo en su conjunto ha conseguido tumbar bastantes utopías impensables.

Ya en mi etapa universitaria, en segundo de carrera para ser más concreto, mi profesora de Biogeografía Concepción Fidalgo preguntó en plena clase: “¿De verdad creéis rotundamente todo lo que os digo teóricamente en una clase como esta? Chicos, despertad, aquí en mis clases no quiero formar a meros universitarios con estudios sino preparar vuestra inteligencia para saber cómo afrontar cualquier problemática ante la vida”. Y recuerdo como si fuese ayer, que éramos 50 personas en sus clases y, sin querer ocultarlo, no era muy afín a asistir a sus clases trabajando dicha asignatura muchos días desde casa y siempre entregando los pertinentes trabajos. El día del examen final, fuimos 20 personas contadas a dicha prueba final, nos quedamos 10 alumnos a la media hora y, finalmente, aprobamos solamente 6 personas dicha asignatura, entre ellos yo. ¿De verdad me veis de creer teóricamente en el significado de la palabra utopía? A día de hoy, y desde hace algunos años, mantengo y siempre mantendré que un colegio, un instituto y una universidad puede darte el saber, sin embargo, las experiencias de vida tomadas como la mayor sabiduría de todas te las da las injusticias, los momentos en los que tienes que demostrar tu verdadera valía sean cual sean las circunstancias y, sobre todo, no dejando de luchar incansablemente nunca venga lo que venga. Y es que las experiencias de vida, como las pocas que me pudieron dejar mis abuelos tanto maternos como paternos a diferencia de las muchísimas que me gustaría haber obtenido de ellos, me han demostrado que uno mismo no simboliza lo que dice un papel como un título o lo que dice una mera cifra numérica de nuestras características sino lo que eres: Ser tú mismo.

Que los mejores regalos del mundo existan, significa que, como dije hace escasos días a todo un ejemplo de persona mirándole a los ojos en su despacho algo emocionado, hay regalos que no son materiales y, encima, no se pagan con dinero como: Tenerlo claro, no dejar de desistir, no dar la vuelta atrás en situaciones en que la vida, una vez más, elegiría por ti pidiéndote tirar la toalla y, sobre todo, en vano. Porque, últimamente, reitero estar viendo que los mejores regalos del mundo existen y están relacionados como pequeños detalles como: Agradecer las cosas, afrontar todos los problemas que se presenten, arriesgarse, decir lo que realmente sientes, mostrar el ser tú mismo, mirar a los ojos, ser amable con todo el mundo y, sobre todo, sentirte como nunca y, ante todo, vivo. También, reír a carcajadas cada vez que mi madre me llama ‘correcaminos’ por no parar quieto, sentir un cariño profundo cada vez que mi padre pues se le nota contento sin decir mucho, sonreír por mi hermana porque, pese a todo, siempre está para ayudar pese a incluso lo que le pase a ella, abrazar a una de mis mejores amigas tras ver en sus ojos que hacía mucho tiempo que no me veía tan contento y liberado, dar las gracias a uno de mis mejores amigos por notarme bien y estar ahí, mirar a los ojos de personas irrepetibles y únicas que significan hogar como mínimo, tener el orgullo y la satisfacción de haber conseguido sentir y transmitir absolutamente todo lo expuesto ante personas que tenías más que ganas no de sorprender sino, simplemente, de conociesen mi verdadera versión y disfrutar a carcajadas sin cesar, pensando en ‘cuánta razón’, ante la denominación impuesta de que se me hace el culo ‘chiqui chaqué’.

Hoy, para muchos y es una pena, está de moda y siguen la tendencia de no sentir y desconocerse. Sin embargo, soy de los que tienen más que claro que hay personas únicas e irrepetibles, que te marcan, que tienen un algo muy intenso difícilmente visto anteriormente e, incluso, hasta el punto de notar el brillo y la profundidad de su forma de ser nada más verlas. Si, hago referencia a esas personas vitales que, para mí, tienen claro el significado de ser el mayor de los mejores regalos del mundo y, aún más, cuando uno mismo ve que le potencian como el que más existiendo una conexión imparable hasta el punto de estar siempre, pase lo que pase, importándome hasta sus más mínimos problemas.

En definitiva, Gabriel Celaya ya dijo que la “la poesía es un arma cargada de futuro” y yo hoy, en días en los que nos aborrecen de información por doquier, digo que el decir sin tapujos lo que sientes, es una bomba de relojería que no cualquiera se atreve a demostrar. Sin embargo, yo sí: Significa ser fiel a mismo y mis principios, no perder mi verdadera esencia y, sobre todo, sentirme vivo con la sensación de confort total de querer comerme el mundo y sentirme completo absolutamente.

Y es que hay cosas que no se buscan y que surgen como ser feliz, de verdad y con mayúsculas sintiéndote en la cresta de la ola. ¡Feliz 23 de junio de 2018!







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