Hay fenómenos como el ser
feliz y no dejar de mostrar sonrisas que, sin lugar a dudas, son posibles.
Últimamente, yo lo vengo relacionando con volver a sentir la felicidad de
volver a ser niños, es decir, recordar y rememorar situaciones en las que, sin
darnos cuenta, el ser felices de verdad y con muy poco, era una verdadera
realidad. Y a día de hoy, lo relaciono con volver a recorrer las calles que me
han visto crecer, en las que se disfrutaba demasiado durante muchas horas en
las noches de verano jugando hasta las tantas y en las que, incluso, he tenido
el gran obsequio de conocer a mis mejores amistades. Si, una vez más de muchas,
vuelvo a hacer referencia a ese lugar inconfundible y preferido que simboliza no
solo un mero orgullo para mí sino la mejor de mis sonrisas cada vez que,
simplemente, hago referencia sobre dicho lugar.
Y es que cuando se es
feliz y no se deja de mostrar sonrisas latentes, uno mismo se atreve a
descifrar el significado de palabras tan complejas como utopía. Si, utopía, esa
palabra que en todos los manuales teóricos tanto lingüísticos como históricos,
te reflejan que utopía significa según la Real Academia de la Lengua Española: “Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización”. Desde mi punto de vista, teóricamente, la definición
anterior se queda muy corta en cuanto a contundencia, aún más, cuando siempre
se ha tomado a la palabra utopía como algo irrealizable. No hace mucho tiempo,
escuchaba una definición preciosa vía audio sobre la palabra utopía y, una vez
más debo ser sincero, la bonita tonalidad de dicho audio era inmejorable, sin
embargo, no estaba muy conforme con su definición debido a su explicación muy
cercana a lo teórico. ¿Por qué mi disconformidad sobre ello? Antes de comenzar
mi etapa universitaria, tuve el honor y placer de escuchar a Federico Mayor
Zaragoza, Ministro de Educación y Ciencia en 1982 y Director General de Unesco
entre 1987 y 1999, en una conferencia que expuso lo siguiente: “A la sociedad en su conjunto, la controlan y
desgastan imponiéndole la palabra utopía como algo irrealizable desde sitios
tan concretos como nuestros gobernantes, los medios de comunicación y, lo peor
de todo, la mentalidad de la gente. Lo que la sociedad de nuestros días a veces
no sabe o no quiere darse cuenta, es que debe y puede levantarse para luchar
por lo que quiera. Cada paso dado, es estar más cerca de conseguir tumbar una
utopía”. A día de hoy, el mundo en su conjunto ha conseguido tumbar
bastantes utopías impensables.
Ya en mi
etapa universitaria, en segundo de carrera para ser más concreto, mi profesora
de Biogeografía Concepción Fidalgo preguntó en plena clase: “¿De verdad creéis rotundamente todo lo que
os digo teóricamente en una clase como esta? Chicos, despertad, aquí en mis clases
no quiero formar a meros universitarios con estudios sino preparar vuestra
inteligencia para saber cómo afrontar cualquier problemática ante la vida”.
Y recuerdo como si fuese ayer, que éramos 50 personas en sus clases y, sin
querer ocultarlo, no era muy afín a asistir a sus clases trabajando dicha
asignatura muchos días desde casa y siempre entregando los pertinentes trabajos.
El día del examen final, fuimos 20 personas contadas a dicha prueba final, nos
quedamos 10 alumnos a la media hora y, finalmente, aprobamos solamente 6
personas dicha asignatura, entre ellos yo. ¿De verdad me veis de creer
teóricamente en el significado de la palabra utopía? A día de hoy, y desde hace
algunos años, mantengo y siempre mantendré que un colegio, un instituto y una
universidad puede darte el saber, sin embargo, las experiencias de vida tomadas
como la mayor sabiduría de todas te las da las injusticias, los momentos en los
que tienes que demostrar tu verdadera valía sean cual sean las circunstancias
y, sobre todo, no dejando de luchar incansablemente nunca venga lo que venga. Y
es que las experiencias de vida, como las pocas que me pudieron dejar mis abuelos
tanto maternos como paternos a diferencia de las muchísimas que me gustaría
haber obtenido de ellos, me han demostrado que uno mismo no simboliza lo que
dice un papel como un título o lo que dice una mera cifra numérica de nuestras
características sino lo que eres: Ser tú mismo.
Que los
mejores regalos del mundo existan, significa que, como dije hace escasos días a
todo un ejemplo de persona mirándole a los ojos en su despacho algo emocionado,
hay regalos que no son materiales y, encima, no se pagan con dinero como: Tenerlo
claro, no dejar de desistir, no dar la vuelta atrás en situaciones en que la
vida, una vez más, elegiría por ti pidiéndote tirar la toalla y, sobre todo, en
vano. Porque, últimamente, reitero estar viendo que los mejores regalos del
mundo existen y están relacionados como pequeños detalles como: Agradecer las
cosas, afrontar todos los problemas que se presenten, arriesgarse, decir lo que
realmente sientes, mostrar el ser tú mismo, mirar a los ojos, ser amable con
todo el mundo y, sobre todo, sentirte como nunca y, ante todo, vivo. También,
reír a carcajadas cada vez que mi madre me llama ‘correcaminos’ por no parar
quieto, sentir un cariño profundo cada vez que mi padre pues se le nota
contento sin decir mucho, sonreír por mi hermana porque, pese a todo, siempre está
para ayudar pese a incluso lo que le pase a ella, abrazar a una de mis mejores
amigas tras ver en sus ojos que hacía mucho tiempo que no me veía tan contento
y liberado, dar las gracias a uno de mis mejores amigos por notarme bien y
estar ahí, mirar a los ojos de personas irrepetibles y únicas que significan
hogar como mínimo, tener el orgullo y la satisfacción de haber conseguido sentir
y transmitir absolutamente todo lo expuesto ante personas que tenías más que ganas
no de sorprender sino, simplemente, de conociesen mi verdadera versión y disfrutar
a carcajadas sin cesar, pensando en ‘cuánta razón’, ante la denominación
impuesta de que se me hace el culo ‘chiqui chaqué’.
Hoy, para
muchos y es una pena, está de moda y siguen la tendencia de no sentir y desconocerse.
Sin embargo, soy de los que tienen más que claro que hay personas únicas e
irrepetibles, que te marcan, que tienen un algo muy intenso difícilmente visto
anteriormente e, incluso, hasta el punto de notar el brillo y la profundidad de
su forma de ser nada más verlas. Si, hago referencia a esas personas vitales que,
para mí, tienen claro el significado de ser el mayor de los mejores regalos del
mundo y, aún más, cuando uno mismo ve que le potencian como el que más
existiendo una conexión imparable hasta el punto de estar siempre, pase lo que
pase, importándome hasta sus más mínimos problemas.
En definitiva,
Gabriel Celaya ya dijo que la “la poesía es
un arma cargada de futuro” y yo hoy, en días en los que nos aborrecen de
información por doquier, digo que el decir sin tapujos lo que sientes, es una
bomba de relojería que no cualquiera se atreve a demostrar. Sin embargo, yo sí:
Significa ser fiel a mismo y mis principios, no perder mi verdadera esencia y,
sobre todo, sentirme vivo con la sensación de confort total de querer comerme
el mundo y sentirme completo absolutamente.
Y es que
hay cosas que no se buscan y que surgen como ser feliz, de verdad y con mayúsculas
sintiéndote en la cresta de la ola. ¡Feliz 23 de junio de 2018!
Muy bonito una idea maravillosa!!....
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