domingo, 8 de abril de 2018

A VIVIR, joder.


Tras las 12 campanadas de año nuevo, hace bastantes días que ya firmaba sonrisas pero: ¿Por qué no hacerlo ante las circunstancias tan buenas? Desde mi punto de vista, hablar de que año nuevo es vida nueva, es uno de esos típicos tópicos que se utilizan de manera más que redundante. Sin dudarlo ni un solo momento, quedándome aún mucho por aprender, tengo claros los siguientes principios: Luchar incansablemente por todos los objetivos que se planteen, perseverancia en nuestros sueños y, también, no parar de disfrutar de esas pequeñas victorias que se consiguen llorando inclusivamente de alegría posteriormente.

El mismo día 1 de enero de 2018, mi madre me pidió que le acompañase al cementerio para hacer una visita a mis abuelos maternos tras la misa de año nuevo. Yo hice lo de siempre, es decir, llegar darles un beso y no dejar de mirarles aunque sea en una diminuta foto juntos en diferencia de lo que significaron para todos nosotros, su familia, y para mucha de la gente de nuestro de pueblo. Sin embargo, y eso que no suele hacerlo seguramente por aguantarse, mi me madre se puso a llorar sin poder controlarse llena de nostalgia y de recuerdos. ¿Cómo no seguir yo a mi madre llorando tras leerla en los labios decir “¡Cómo os echamos de menos!” y, además, cuando cada vez que leo que perdí a mi abuela materna en un enero de 1970 con tan solo 32 años? Sí, yo tampoco pude controlarlo, esos momentos que en te marcan y te hacen estar más que humildemente orgulloso de ser quién eres y, ante todo, de dónde se viene.

Y automáticamente, con otros episodios vividos con los que siempre se crece uno aún más y tras aquello, es cuando se solidificaron en mí firmemente esos principios que he enumerado al principio. ¿Cómo no hacerlo cuando mi propia madre me dijo en su momento, sorprendiéndome totalmente: “Marcos hijo, siempre estamos charlando, debatiendo y a veces regañando de manera cotidiana cuando, verdaderamente, hay que sonreír y vivir dando gracias de lo que tenemos que, sinceramente, son ganas de disfrutar todo lo que se pueda, de sonreír y de vivir al máximo. ¿No crees?”. Y sí, sonreí a modo de hacerle una auténtica reverencia por esas verdades ‘como puños’ tan grandes.   

Divina inspiración de escribir, de elaborar narraciones mediante lo que me sale de lo más profundo de mis adentros y, todo ello, influido tanto por esas quedadas y visitas en familia como, sobre todo, por un fin de semana retorcido entre auténticos abrazos llenos de cariño, complicidad y eternidad. Ayer, esas quedadas en casa, donde casi por sorpresa, nos juntamos todos. Hoy, más de lo mismo, pero en casa ajena que, al fin y al cabo, significan hogar al estar todos juntos. Con toda la sinceridad del mundo, no puedo llegar a la realidad total de definir y explicar lo que significa el tan solo imaginar lo que muchos de nosotros, nuestra familia, somos para los que no están. Tanto es así que, siempre desde la humildad más absoluta, es un orgullo el recordar a mi familia mediante esos pequeños pero más que importantes detalles objetos que nos identifican aún más a lo que eran ellos. Y cómo no, volviendo a mirar a esos ojos que son un espejo de sonrisas para cualquier alma por la genuinidad' total y en todos los sentidos que emiten.

Dejémonos de charlas sin sentido, de generalidades, de mal interpretaciones que no llevan a absolutamente a nada y de desencuentros que no hacen más que aumentar fricciones. Cambiémoslo por dar sentido a los verdaderos detalles con sonrisas por muchos momentos incomparables, por dar abrazos que signifiquen apretones totales al alma de la otra persona, por compartir miradas que más que conecten impliquen a saber de sobra lo que se busca con un simple parpadeo diciéndote todo llenándote de positivismo y por arriesgar si la ocasión lo merece una infinidad de veces.  

En definitiva, antes siempre decía que hay que disfrutar de todo incluida la campana que hoy nos deja vivir. Sin embargo, hoy soy más de: Sonrisa siempre en la cara, ganas de luchar y de vivir al máximo y, sobre todo, aprovechar el tiempo, ese regalo tan inmaterial que todos tenemos cerca de gente que tienen el significado de vida. Bastante tenemos ya con lo que tenemos a diario, como para desaprovechar arriesgarse, luchar ante todo y, con ello, disfrutar como el que más.

Dedicatoria y mención especial a toda esa gente que tiene el verdadero significado de inspiración en esto y, sobre todo, en todo lo que vendrá.






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